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Biblioteca Maese

PROSA - 3º Y 4º de ESO. Ganadores II CONCURSO LITERARIO


Continuamos la publicación de los textos ganadores de la modalidad de prosa en el II Concurso Literario Maese Rodrigo. Es el turno de 3º y 4º de ESO.

Al tratarse de textos tan largos, como ya hicimos en la edición anterior, ofrecemos aquí solo el principio de cada uno, acompañado del enlace al texto completo en un archivo pdf.

En esta categoría se conceden dos segundos premios ex-aqueo, al haber quedado empatadas las dos obras en votos.


Primer Premio

ANTORCHAS

Para todas las brujas ahí fuera.


Reino de Castilla, año 1500


Sonia era el nombre de la bruja. El nombre del demonio. El nombre de la hereje que debía arder en las llamas del Infierno durante el resto de la eternidad. Porque así Dios Nuestro Señor lo deseó.

Esta bruja merecedora de torturas inimaginables no llegaba a la edad de 20 años. Rasgos gitanos, manos suaves y hábiles, ojos color miel y cabello corto negro. Sonia era una donnadie del pueblo que simplemente quería dedicarse a la medicina, como su padre, que en ese momento se había ido de casa por motivos de trabajo, y como su queridísima abuelita, en paz descanse, la buena de Carmen. Sonia siempre amó a su abuela, y sufrió más que sin pan cuando años atrás,

Carmen desapareció una noche sin explicaciones. Ahora Sonia heredaba su preciado grimorio, con conocimientos de hierbas y bebidas que la joven se quedaba horas examinando, embelesada. “Ojalá sea un día como mi abuela”, suspiraba Sonia al pensar en todo el bien que la vieja había creado en sus días mozos.

Si algún caballero amigo resultaba herido en batalla, ahí estaba Sonia, como su buena abuela, para remediarle el dolor; si las mendigas de la calle pillaban un sarpullido, ahí estaba ella para darles los ungüentos necesarios; si el trovador de la esquina era apaleado por los monaguillos del Padre Juan, ahí estaba Sonia, bajo la lluvia, para salvarle la vida.

Pero estos hechos fueron los que llevaron al Padre Juan, el cura de la única parroquia del muy pobre pueblo, a añadirla en la lista de su caza de brujas. La Santa Inquisición y el mismísimo Estado escribió un decálogo—libro llamado “Malleus Maleficarum” donde se justificaban con supersticiones los miles de asesinatos de mujeres. Y a Sonia esto no le hacía un pelo de gracia. Ridiculizada su fuerza, Sonia no aguantaba más y necesitaba cambiar su alrededor.

Así que se vio un día cualquiera de invierno frío, fuera de la iglesia del pueblo, bajo la lluvia, tumbada boca arriba en el suelo de la plaza. Ya no le importaba nada, el Padre Juan ya le había expresado su odio y su próximo exterminio: sólo le quedaba un día.

Tumbada esa tarde despoblada sobre la piedra de la plaza, recordó uno de los peores días de su vida.


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Segundo Premio (ex-aequo)

NUESTRA ÚLTIMA CANCIÓN

Miles de gritos se oían ahí afuera entremezclados con el sonido de las guitarras y el ritmo que marcaba la batería. Podía escuchar cómo gritaban mi nombre, ansiosos porque saliese de una vez al escenario. Había hecho esto tantas veces que había perdido la cuenta, pero cada vez que me tocaba subir ahí arriba los nervios y la adrenalina se apoderaban de mí.

—Todo listo. Sales en dos minutos —informó Nat, mi manager—. ¿Estás nerviosa?

—Sabes que sí, como siempre —reí suavemente—. No importa las veces que haya hecho esto; todavía no me he llegado a acostumbrar del todo.

—Tú tranquila. Respira hondo y piensa en todas esas personas que han venido hasta aquí solo para verte. Nunca les has decepcionado, y hoy no será una excepción —dijo amablemente mientras me colocaba bien unos mechones rebeldes del pelo—. Ahora sal ahí a darlo todo, reina.

Y con un último apretón en el hombro, cogí mi guitarra y corrí al escenario, causando que todo el estadio estallase en gritos.

Bien, que empiece el espectáculo.

* * *

Con una última canción finalizamos el que había sido uno de los mejores conciertos que había dado hasta ahora, en mi ciudad natal. Había gente llorando, otros seguían cantando y la mayoría pedían una canción más. Todo esto me recuerda que hice bien al arriesgarme y seguir mi sueño, y que todas esas personas de ahí son como una familia para mí. Ellos son los que me apoyaron desde el principio, y los que siempre, pasara lo que pasara, hacían que me sintiese querida.

Me alejé a dejar la guitarra, y con un micrófono en mano volví al frente.


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Segundo Premio (ex-aequo)

Roma, 55 a. C

Marco Licinio Craso, cónsul de Roma, levantó la cabeza del suelo para mirar hacia el frente. Estaba algo cansado, pues la noche anterior había estado consultando mapas y preparando estrategias. Ante él dos legiones con sus tropas auxiliares, unos quince mil hombres, se pusieron en marcha hacia el Éufrates, pues Craso era muy ambicioso, y para igualar en poder a Julio César y Pompeyo había decidido conquistar Partia. La semana anterior a la partida Craso había explicado su plan de conquista, que había salido hacia delante gracias a haber comprado a los senadores y tribunos.

Pero no todos veían esta marcha con buenos ojos, en particular Cayo Ateyo Captión, tribuno de la plebe, que no había aceptado el dinero de Craso y, al ser obligado a apartarse del camino por los otros tribunos, subió a la muralla serviana y lanzó la peor de las maldiciones: que todos aquellos que siguieran a Craso fueran engullidos por terribles nubes negras, y para asegurarse que se cumplía, Cayo dio su vida a cambio. Al poco desapareció y nadie nunca más le volvió a ver.

Zeugma, 53 a. C

Tras un año de marcha, las legiones romanas llegaron a la frontera occidental de la República. Mientras se dirigían hacia el Éufrates, se habían incorporado tropas hasta hacer un total de 650.000 hombres, unas seis legiones. Aquí Craso mostró por primera vez su negligencia como general, pues organizó muy mal el cruce del Éufrates, y se tardó un día entero en cruzarlo; el ánimo comenzó a decaer en los legionarios y muy pronto los malos augurios se manifestaron. Craso tenía dos lugartenientes: su hijo Publio y Casio, el quaestor. Craso no tenía buena relación con el segundo y se empeñaba en contradecirle.

A los pocos días al este del Éufrates, llegó una embajada del rey de Armenia. Cuando esto se supo en la tienda de mando, Casio recomendó escucharlos y atenderles, pues Armenia era enemiga de Partia. Cuando llegaron, los mensajeros propusieron un plan que, de dar resultado, beneficiaría enormemente a los romanos:


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